Todos anhelamos esa escapada, esas merecidas vacaciones a un lugar que amamos.
Quizás sea el ritmo relajante del océano, el silencio majestuoso de las montañas o la cruda belleza del desierto.
Dondequiera que sea, cuando estamos físicamente allí, sentimos una profunda sensación de paz y alegría.
Desearíamos poder quedarnos para siempre, aferrándonos a esos momentos en los que nuestro estado de ánimo cambia y nos sentimos energizados, felices y verdaderamente maravillosos.
Pero luego, sucede lo inevitable. Llega el momento de regresar al “mundo real”.
¿Qué pasa entonces?
¿Volvemos inmediatamente a nuestra rutina diaria, perdiendo ese maravilloso estado mental?
Creo que esos lugares lejanos desbloquean algo dentro de nosotros que siempre está presente, pero que a menudo queda enterrado bajo el ruido y el ajetreo de la vida cotidiana.
Viajar abre una puerta, permitiéndonos ser la persona que realmente queremos ser, liberándonos.
Siempre que mis amigos me cuentan sus increíbles viajes, siempre les pregunto:
“¿Qué aprendiste en ese maravilloso viaje que puedes traer de vuelta contigo?”
A menudo olvidamos que, si bien el entorno contribuye a nuestros sentimientos , esos sentimientos, en última instancia, provienen de nuestro interior.
Quizás te sentiste bien porque, además de un hermoso paisaje, conscientemente decidiste reducir el ritmo y disfrutar del tiempo contigo mismo o con tus seres queridos.
Quizás hiciste tiempo para actividades que realmente disfrutas, como una caminata o nadar.
O tal vez simplemente no hiciste “nada” y no te sentiste culpable por ello.
Lo que intento decir es que, si bien viajar es increíble, la realidad es que pasamos la mayor parte de nuestro tiempo en nuestra vida diaria.
No tenemos que esperar esas ansiadas vacaciones para infundir alegría en nuestro día a día.
Así que, mientras navegas por tu rutina diaria, busca esas pequeñas cosas que desencadenan esas sensaciones de vacaciones.
Viajar no se trata solo de escapar del mundo; se trata de usar ese tiempo para aprender más sobre el mundo y, lo que es más importante, sobre ti mismo.
Se trata de enriquecer tu espíritu para que puedas disfrutar de la vida al máximo, estés donde estés.
Toma todo lo que aprendiste y experimentaste en ese fantástico viaje, e intégralo conscientemente en tu vida diaria.
E.Luna



