Un Buen Samaritano

Un Buen Samaritano

Hace algunos dias recordaba aquel tiempo en el yo trabajaba en una empresa relativamente cerca de casa, estaba a unos quince minutos manejando y un viaje tan corto es muy bueno en el lugar donde vivo.

Un día estando en la oficina de trabajo, me apeteció ir a comer una hamburguesa a mi restaurante favorito, que es muy popular en donde vivo.

Tomé mi auto y manejé hasta el restaurante el cual estaba muy cerca, entré y ordené mi comida.

A esa hora del día había mucha gente en el restaurante algunos haciendo fila en el mostrador para ordenar y algunos esperando su comida algunos ya sea de pie o sentados en alguna mesa del lugar.

Mientras yo esperaba mi orden sentado y observaba a la gente en aquel restaurante, todos se veían que estaban en su propio mundo y todo parecía normal.

Entonces se abrió la puerta y entró una pareja, un hombre y una mujer que a simple vista actuaban como si fueran esposos . Esta pareja destacaba entre la multitud del restaurante ya que eran dos personas mayores, diría que de unos setenta y tantos, y se notaba que eran extranjeros.

Mientras entraban con una sonrisa nerviosa y observaban a su alrededor, me llamó la atención cómo se veían uno al otro y conversaban entre ellos como tratando de descifrar algo.

Yo tenía mucha curiosidad y me preguntaba si quizá querían ordenar algo y tal vez no hablaban el idioma. Estaba muy intrigado y seguí observando.

Después de unos momentos, el caballero que acababa de entrar, hizo una seña a la dama y se acercó a una de las personas que estaba de pie esperando su comida e intentó preguntarle algo. Era obvio que no se entendían y, tras unas palabras, la persona que esperaba su comida encogió sus hombros en muestra de no saber o no comprender y regresó su vista al mostrador a esperar su comida.

El caballero volteó a la que supuse que era su esposa e hizo un gesto como si no hubiera obtenido lo que necesitaba.

Para entonces, yo ya había recibido mi comida y observaba mientras comía, como si estuviera en una función de cine, pero en vez de palomitas, una hamburguesa, papas fritas y refresco.

En ese momento me vino a la mente que tal vez habrían pedido dinero y por eso no le habían hecho caso. En fin, inventando historias en mi cabeza.

Entonces vi al amable caballero acercarse a otras personas intentando comunicarse sin éxito. En ese momento, sentí que estas dos personas necesitaban ayuda y que nadie ahí podía o quería ayudar.

Justo cuando terminé de comer, ambos parecieron darse por vencidos y salieron del restaurante.

Vi sus expresiones y pensé en mis padres, imaginándome que estarían perdidos en un país desconocido y necesitando ayuda, y que nadie los ayudase.

Así que salí y me acerqué a ellos.

Eran mucho más bajos que yo y me preguntaba cómo habían sentido que una persona tan alta se acercara a ellos en el estacionamiento.

Me acerqué respetuosamente e intenté comunicarme con ellos, pero como no hablaban mi idioma y ellos hablaban Mandarín, tendría que ser muy creativo. Esto fue justo antes de que tuviéramos estos buenos traductores en nuestros teléfonos celulares.

Así que, mientras intentaba hablar con ellos, vi que la señora tomó la iniciativa e intentó explicarme lo que había sucedido, tenían un celular, pero no tenían señal y todo estaba en mandarín.

Me mostraron el teléfono y reconocí que un número telefónico era local. Así que, después de varios intentos de comunicarnos, marqué el número desde mi teléfono.

Al hacerlo, parecían contentos y satisfechos de haber dejado claro su punto de vista.

Sin embargo, no hubo respuesta y dejé un mensaje. Intenté un par de veces más, sin éxito.

Mientras llamaba y esperaba que me contestaran, pensaba que estas dos personas, obviamente sin saber dónde estaban, habían decidido salir de donde se alojaban y vagar por una ciudad extraña sin saber el idioma, sin señal de celular y sin un mapa, pero se mantenían tranquilos y buscaban resolver el problema a pesar de los muchos obstáculos.

Después de varios intentos sin obtener respuesta, me mostraron lo que parecía una dirección, y como yo no iba a dejarlos solos, ya estaba comprometido en ayudarlos, así que les pregunté si podía llevarlos en coche y asintieron. Bueno, hice gestos de que subieran al coche y yo hice gestos de mover el volante. Ya se lo pueden imaginar.

Dijeron que sí, abrí la puerta y entraron al carro. Usé la dirección y la introduje en el GPS, y me di cuenta de que estaban a varios kilómetros de distancia y comencé a preguntarme cómo habrían llegado al restaurante. Pensé que se habrían subido a un autobús. “Debieron haber estado muy aburridos”, pero volví a la realidad y comencé a conducir.

Al comenzar a conducir, me volví hacia el señor y le gesticule si iba por buen camino y el solo decía que sí. Imaginen nuestra comunicación, expresiones faciales y gestos.

Pero no me parecía que íbamos a el lugar correcto porque nos dirigíamos hacia una zona sin casas, principalmente una zona industrial. Mientras pensaba eso, sonó mi teléfono y resultó que era un oficial de la policía.

Me preguntaron si había llamado y dejado un mensaje sobre la pareja. Dije que sí y le dije al agente que la pareja venía en mi coche y que yo estaba intentando llevarlos a casa, pero la dirección no parecía correcta.

El oficial me preguntó si quería parar para ellos poder venir a recogerlos, pero pregunté si estaba bien que yo los llevara en mi coche, accedió y me dió la dirección correcta

Resultó que ibamos en dirección contraria y tuve que regresar. Lo bueno es que no estaba lejos de donde comenzamos.

Entré en una zona residencial y, tras unas cuantas vueltas, llegamos a el destino. Había dos coches de policía afuera y otros dos señores esperando a la pareja.

Me estacioné y les abrí la puerta para dejarlos salir. Sus expresiones cambiaron de sonrisas nerviosas a sonrisas de felicidad. Se notaba que estaban muy contentos de haber vuelto a casa.

Resultó que estaban de visita y decidieron dar un paseo; no estaban lejos de casa, solo se desviaron.

Al despedirme, la pareja, muy emocionada, me ofreció entrar a comer algo, como señal de agradecimiento, lo cual yo habría hecho con gusto si no fuera porque acababa de comer y tenía que volver al trabajo.

Justo antes de irme, uno de los oficiales me hizo un par de preguntas y me dijo que este era un caso de “un buen Samaritano”.

Recuerdo esto de vez en cuando, y hay muchas lecciones aquí:

  • No tener miedo de enfrentar el mundo como la pareja.
  • Ser observador y reconocer cuando alguien necesita ayuda.
  • Confiar en que alguien hará lo correcto.

La decisión que la pareja tomó esa mañana de salir a caminar desencadenó una reacción en cadena de tantas cosas maravillosas, y me sentí muy agradecido de haber tenido la oportunidad de ayudar y alegrar a esa dulce pareja que solo intentaba llegar a casa.

Y así como esta oportunidad, hay muchas más cada día. Solo hay que ser observador y, cuando veas a alguien necesitado, no lo ignores ni mires para otro lado, aprovecha la oportunidad y trata de ser “un buen Samaritano”.

E.Luna

Leave a comment

I’m Edgar

My Perspective on Life is dedicated to sharing thought-provoking content that aims to inspire and motivate our readers to embrace life’s endless possibilities. It’s the place to explore different perspectives and engage in meaningful discussions about life’s journey.